Yo no olvido el año viejo

porque me ha dejado cosas muy buenas…

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Efectivamente éste año trajo consigo muchas cosas buenas: cada esquina he encontrado nuevas lecciones; mas, aunque algunas fueron duras de aprender, otras han servido para reafirmar la dicha que se siente cuando sabes que debes seguir caminando porque este sendero fue tu elección, eso sí, siempre hemos de recordar que jamás será tarde para volver atrás y comenzar de nuevo. Lo importante es ser, ser tu y yo, distintos, hermosos y libres.

Este es un nuevo comienzo… uno de tantos que tantas veces he comenzado.

Gracias…

Sandra Vivas, la mala.

La mujer es artista desde su íntima esencia haciendo de la vida un acto creador nacido en la misma carne. Por tal motivo es fácil entender como Sandra Vivas no se desprende de lo femenino, dejándolo expuesto en cada una de sus obras. En "Amadecasismo", presentado hasta el 09 el octubre en el Centro Cultural Chacao, Sandra se adueña del virtuosismo y diversidad que le permite a la mujer desplazarse, sin problemas de identidad, entre la madre, la amiga o la amante; una vida y una intimidad a la que el público se asoma a través de un medio que para Sandra no es extraño: el vídeo.

Las imágenes y el sonido proyectan su cuerpo. Nuestros pasos nos conducen frente a la madre desnuda, llena y dichosa, sumergida en un plácido estado que le da la bienvenida a la vida. Un hecho ocurrido en su hogar donde fue asistida por una matrona, y que según su opinión, transformó el hasta ese momento considerado doloroso acto, en un evento más fácil y casi místico. “Lo difícil viene después, cuando tienes que criar a los hijos porque nadie te dijo que al ser madre dejarías de dormir y tendrías que encargarte de todo, como saber con quién los dejarás para que los cuiden o si ya han comido”. Por eso, cuando es artista no deja de ser madre; quizá, es también por eso, en nombre del instinto maternal (el mismo del que Isabel Allende habló magistralmente) que al escuchar el llanto de su bebe, grabado para esta muestra, la desesperación y la incomodidad es tan grande que no puedo seguir porque inconscientemente trato de consolarlo. A estas alturas me pregunto sí hombres y mujeres reaccionan igual ante

su obra.


Sandra no es solo madre, ella expone su cuerpo como una obra que se convierte en espejo donde se refleja el espectador. Una y otra vez su imagen se graba en la retina, receptáculo de significantes que la trascienden como individuo y nos muestra a la mujer, cualquiera sea su nombre. Por que como dice La Lupe “según tu punto de vista, yo soy la mala”, y es así lo recuerda Sandra, la mujer siempre será la mala, la cuaima, la suegra, la gran tirana. “No importa cuánto hagamos: si vamos al gimnasio o a la peluquería (…) para ellos nunca seremos suficiente”. Conciente de esto, y ha sabiendas que en sus manos estaba el medio para que otros reaccionaran a un acto que incluye el sacrificio del cuerpo y del yo, Sandra creó un rap –realmente es un hip hop– de fácil acceso y aprendizaje donde, cansada de los clichés, mujeres y hombres puedan encontrarse; porque así como nosotras nos astiamos de las apariencias también existen hombres a quienes les fastidian las largas cabelleras y cortas ideas o “cabezas huecas”. Y así nació “La mala”, un vídeo musical, que rinde homenaje a “La Yiyiyi”, consolidando la fortaleza y valor que toda mujer posee.


Más allá de un discurso que algunos podrían considerar feminista o de ruptura, Sandra une las naturalezas femenina y masculina, permitiéndonos pensar y sentir que más allá del dolor y del despecho aún se puede creer , principalmente, creer en el amor. Ella lo transpira en la piel cuando habla, cuando gime o llora, cuando a ciegas intentar agarrar el aire o cuando nos canta en francés con una sensualidad propia de quien se sabe dueña de su cuerpo, porque su cuerpo es su medio más potente y versátil. Si ustedes no me creen, los invito este domingo a que vean su performance en el Museo de Bellas Artes a partir de las cinco de la tarde en el marco del IV Encuentro Mundial de Arte Corporal. Nos vemos!

Los perturbadores rostros del pasado y el presente de Camilo Barboza

A partir de este jueves 31 de julio, y hasta el 15 de agosto, la galería Rosablanco, ubicada en el mall Delicias Plaza de la ciudad de Maracaibo, albergará la exposición “Flotando”, obra del joven artista Camilo Barboza.

Con un gran caudal de irreverencia y nostalgia, Barboza se reencuentra con el público zuliano, bajo el talento pictórico que lo caracteriza. En esta oportunidad somos testigos de una bien construida estridencia visual. Contradictorio concepto donde los colores de Barbaza, brillantes e industriales, se entretejen en una armonía, por muchos conocida, pero que en esta oportunidad trastoca ciertas partes de su propia naturaleza.

Sus rostros, perturbadores y agraciados a la vez, parecieran hablar de un mundo de irrealidades, habitado por mutantes homínidos, que está mucho más cerca de lo que parece. Sin proponérselo, Camilo Barboza nos asusta con cuerpos mutilados, carentes de bocas y otros órganos, donde los ojos se transforman en manchas que no permiten que el reflejo exista. Personajes de los que nada se sabe; mas, de quienes la curiosidad llevara al público ha permanecer frente a ellos tratando de descubrir sus historias.

Pero ese es sólo uno de los tantos caminos de significantes que ha construido este artista. Si nos dejamos guiar por su mano, es muy probable que recorramos senderos de maderas, papeles o plásticos, cuya innata fortaleza se niegan a abandonar un nombre propio, pero que aún así, renacen metamorfoseados entre pieles y nuevas texturas. Un discurso que contiene ese extraño vínculo que Barboza posee con el pasado, lo antiguo, la familia y la ciudad, recuerdos que permanecen flotando alrededor, cual fantasmas intervenidos por su contemporaneidad, indicando que de él falta mucho por conocer y ver.

Tras una larga lista de exposiciones colectivas e individuales en diversos lugares del país, un premio “Armando Reverón” en su categoría joven, otorgado por la Secretaría de Cultura y el Consejo Legislativo del Estado Zulia, estudios en el área del diseño y la arquitectura, sin mencionar sus vínculos profesionales con el teatro y la danza, nos hacen pensar que ha llegado el momento de dejar de ver a Barboza como un “novel” artista. Hecho que se reafirma al definir a “Flotando”, su nueva muestra, como el estado de introspección que mantiene. en todo momento, cuando pinta o construye una nueva obra de arte. Una elevada experiencia de los sentidos que él asume por completo, incluso en la consecuencia de experimentar sensaciones de poder y superioridad propias de quien se sabe capaz de crear y transmitir un mensaje al público. Camilo Barboza y sus obras son un solo individuo, una contradictoria armonía donde se mantiene el descaro propio de la juventud y la melancolía de quien lleva encima de sus hombros los pecados y la experiencia que dejan los años.

Carta

Estimado Amigo (que cliché sonó eso)

Sé que llevo tiempo sin escribirte. Lamentablemente, las ocupaciones laborales…¿A quién quiero engañar? Tú más que nadie sabes que mi mayor ocupación es tratar de arreglar mi inarreglable vida y que el último oficio que tuve fue cuando intenté venderte un perfume de imitación. Todos los días me levanto haciendo nuevas propuestas al sol. Promesas que a mitad de la tarde he olvidado, que posiblemente mañana vuelvan a ser las mismas pero que al atardecer poco valen para quien ha pecado por imprudente y olvidadiza con su propia existencia.

Te cuento que llevo poco tiempo en Caracas. Al parecer salí corriendo porque una ola de costumbre me estaba ahogando en aquella ciudad. Nada fue planificado. Sólo metí en la maleta ropa para una semana pero ya llevo más de un mes. Por supuesto, has de imaginar que la muda se está gastando de tanto uso y lavada ¿será que debo quemarla para que con ella se vaya todo lo pasado?

Sé que está pensando que soy una cobarde, que simplemente lo que he hecho es huir. Y sí, tu mejor que nadie sabes que es así. A veces, parece increíble pero es cierto, más vale correr que caer moribundo y derrotado en el terreno de batalla, aunque este terreno sea el de tu propia mente.

Bueno... bueno... no es eso lo que me interesa contarte.

Son varias sorpresas que me he llevado en este último mes. Tú, que conoces mi repulsión a las masas, a todo aquello que promulgue el encuentro de más de cinco personas, y que huyo de las aglomeraciones como el gato al agua fría; pues te sorprenderías al saber que finalmente he podido transitar, cual Buda iluminado, por la transferencia del Metro, tanto del Silencio como la de Plaza Venezuela. Sí, como lo escuchas… bueno, como lo lees: yo y el tumultuoso torrente humano del Metro nos hemos hecho uno. Eso sí, no creas que ha sido empresa fácil. Todo lo contrario. He tenido que desarrollar cierto ritual energético purificador antes de cada nuevo “paseo”.

Todo comienza al momento de acomodar mi bolso en “modo paranoico” (léase: cruzarlo por encima de pecho para mantenerlo protegido siempre al frente), amarro mis zapatos, me ajusto el pantalón, inhalo y exhalo profundas bocanadas de aire para relajar los músculos; para, después, cuando todo está preparado, lanzarme en el primer tumulto visceral, descargado por los vagones. Sin prestar ninguna resistencia me dejo llevar por la marea, sólo debo esquivar uno que otro obstáculo, que, gracias a mi entrenamiento en juegos de video, puedo sortear sin ningún esfuerzo. Eso sí, mi ritual jamás estará completo sin mi fiel amigo el libro que jamás deja de acompañarme.

Caracas sigue siendo la ciudad convulsionada de siempre; mas hoy puedo decirte que es increíblemente hermosa. Ella es una malintencionada mujer que se levanta muy temprano, gozosa del pretendiente que llegó a su puerta, segura de que en cualquier momento, a pesar de que siempre está trabajando, podrá robarte su billetera, malas mañas que se aprenden en el oficio. Lo que me preocupa es que casi no duerme, sufre de insomnio y miedos perennes. Pero ¿sabes? Aún conserva su instinto materno que la hace ser, simplemente, una sobreviviente.

Y es que los sobrevivientes abundan en esta ciudad.

He conocido un señor que hace más de 20 años se para a la salida del metro de Ciudad Universitaria a vender “Raspa’os”. Él me ha dicho que ha visto de todo en ese lugar, del cual sólo logró moverlo una enfermedad imprevista o una que otra manifestación (dice que las de ahora ya no son como antes, que los estudiantes de hoy son más pacíficos y no se comparan a los que hacían guerra en otros años). Su amor por lo que hace es tal, que a pesar de que no tiene necesidad de seguir en esos menesteres, ya que sus hijos lo ayudan (todos profesionales gracias a su puestito) él sigue levantándose, religiosamente, todos los días para salir a trabajar. Con decirte que ya en su casa saben que el día que se muera lo único que quiere es que lleven sus restos a velar en ese lugar que tantos recuerdos le ha dado.

Son muchas las cosas que mis ojos han visto pero tendré que dejarlo para después, ya se me ha hecho tarde y una amiga me espera en su casa. Tú sabes… jamás podré llegar temprano a ningún lugar, pero tengo la excusa de decir que eso es un mal genético. Bueno, me voy mi amiga me espera para tomar el té... jejejeje... ¿te lo creíste? Sé que no, pero sonó bonito, no lo niegues.

Mañana te vuelvo a escribir, ya que son muchas cosas las que tengo que contarte.

Un beso… dos si te gustan…

Siempre Tuya…

YO

Otra vez en Caracas

Caracas es de las pocas ciudades que tienen la facultad de hacerme cambiar de opinión entre una esquina y otra. Cada cierto tiempo me permito reencontrarla, comprobando que en ella no tengo nada seguro, ni siquiera el asombro.

Sus calles, olorosas a orine o a basura en algunas partes, no dejan de presentarse como un hermoso riesgo a recorrer. Eso sí, les garantizo que está ciudad no está hecha para caminar, su caos es tal, que seguramente al final del día tu cuerpo, negro por el humo, te suplicará ser bañado. Caracas está hecha para sobrevivientes. El caraqueño se me ha mostrado huraño, odioso y, algunas veces, triste. Pero creo que a final su posición está justificada, la salvaguardia es lógicamente instintiva en una metrópolis que te ataca por diferentes flancos.

Las metrallas de esta ciudad se han convertidos en paranoias. Un par de días bastan para que cambies la postura de tu cuerpo en “modo de defensa”: cartera al frente protegida por la mano derecha, espalda tensa, y lo más importante, ojos que desconfían de todo cuanto se mueve. Sin mencionar que le temes a todo, pero ¿cómo no salir huyendo ante la marea humana que te ahoga en la transferencia de la estación del Silencio? Aquí todos nos convertimos en agorafobicos, expertos en el empuje y el arranque.

Quizá, se deba a que aún no la conozco. Lo curioso es que nací en ella pero jamás la he sentido mía. Hoy le temo a esta ciudad, pero contradictoriamente, como ocurre cuando nos prohíben algo, Caracas se me es atractiva por que tiene miles de historias que me gustaría conocer.

Asomada por la ventana de un séptimo piso, observo como a las seis de la tarde las personas caminan rumbo a su hogar, parecen tranquilos. Alzo la mirada y por primera vez el cielo caraqueño lo veo hermoso. Lamentablemente, los edificios me impiden ver el horizonte, así que no puedo describirles la sin igual montaña que bordea esta ciudad. Pero tú sabes que está ahí, parte de su magia nos cubre cuando aprendemos a amarla, reconociéndola a distancia, donde sea que te encuentres, en cualquier representación, llámese pintura o foto, el Ávila es identidad. Es lo bello de Caracas. Es lo que siempre me ha gustado. Hoy espero que haya algo más y que no termine sucumbiendo donde otros naufragaron.

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