Un árbol con RAICES profundas.

Treinta años han pasado desde que se atrevieron a sembrar canción en su propio suelo, treinta años de andar y descubrimientos, exaltando la música venezolana que se incrustó en ellos y en sus instrumentos, porque el conocerla a fondo, el estudiarla, el sentirla y el vivirla, les ha permitido llevarla a escenarios tan diversos que van desde Estados Unidos, Puerto Rico, Bárbados y gran parte de nuestro territorio nacional.

Hablamos del grupo Raíces de Venezuela, quienes celebraron este sábado 10 de noviembre, a las ocho de la noche, en el recién inaugurado teatro, “Luís Gilberto Mendoza”, de la Unidad Vecinal, treinta años de vida artística, acompañados de la Orquesta Sinfónica “Simón Bolívar” del Táchira, dirigido por el maestro Cesar Iván Lara.

Sorpresivamente, el evento contó con un numeroso público que no nos tenía acostumbrado a su asistencia (por lo menos en esta ciudad) a este tipo de eventos; posiblemente, durante este tiempo nos habíamos equivocamos al pensar que al tachirense no le gustaban los conciertos sinfónicos, sino que no tiene los espacios idóneos, como el tan solicitado Teatro Municipal, para su disfrute. Mas, este pequeño recinto fue casi suficiente para el disfrute de todos. Digo “casi suficiente” porque el teatro, “Luís Gilberto Mendoza”, aún requiere de ciertos detalles, como el aire acondicionado, para su completo desempeño. Si sólo el gobierno dejará de vanagloriarse por las obras que inaugura a medio hacer, podríamos decir que por lo menos una de ellas ha hecho correctamente; pero no, en esta oportunidad, vale más la gigantesca pancarta que te recibe a la entrada con la frase de “Gracias presidente Chávez por el rescate del teatro de la Unidad Vecinal”, y los pendones que afean el lugar, que el criterio estético de una obra.

A pesar de esto, indudablemente el protagonista de la noche fue la buena música. Iniciamos nuestro cadencioso paseo con el Danzón Nº 2 de Arturo Márquez, interpretado por la Orquesta Sinfónica “Simón Bolívar”; seguidamente, “Clarinada para Clarinete y Orquesta Sinfónica” del maestro Aldemaro Romero, se apodera del escenario, en ese instante se eleva la algarabía, el desaparecido maestro regresa a nosotros, inunda nuestros oídos y nos declara que la muerte jamás podrá opacar el talento de quienes logran trascender el tiempo. La interpretación solista de Julio Moreno es impecable, sus dedos demarcan la gloria aldemaresca, y la batuta de César Iván Lara guía paulatinamente la calidad interpretativa de la orquesta. ¡Qué buenos músicos tiene el Táchira! Y la noche aún apenas comienza. Curiosamente, cuando tratamos de darle rostro a quienes observamos en el escenario, tratamos de apelar al programa de mano, pero los rostros no son los mismos, las fotografías delatan su antigüedad y la falta de actualización. No importa, el público quiere más.

Y los homenajeados aparecen. Al escenario sube Raíces de Venezuela, el público se levanta, aplaude su aparición a sabiendas de que sus ansias musicales van a ser saciadas, son treinta años que testifican la maestría de cinco hombres: Orlando Moret (1era mandolina), Jesús David Medina (2da mandolina), Domingo Moret (flauta y guitarra), Héctor Valero (bajo acústico), Pablo Camacaro (cuatro). Un andar musical que algunos habrá de parecer sencillo pero que realmente en la práctica requiere una entrega total, y que durante esta noche quedó “enraizado” en el público que disfrutó del “estreno mundial” del arreglo sinfónico de “Trocitos de Raíces” y de “Diptico Sinfónico”. El público se levanta, los aplausos se desbordan, Raíces saluda, sale del escenario y vuelve a entrar, el coro de “otra…otra…” llena la sala y el disfrute vuelve a comenzar.

Tres piezas más fueron obsequiadas en la noche del sábado, casi al finalizar el maestro Domingo Moret toma el micrófono para conversar con el público, entre la alegría de la celebración siempre hay lugar para la nostalgia, y él en ese momento, entre el gracias por la asistencia, con voz baja, recordó que hace un año exactamente la celebración fue un tanto dolorosa, ya que ese día su compañero y amigo, el maestro David Medina, partió para no volver. Por mi parte, recuerdo que ese día, a pesar de que su muerte había acaecido en horas de la mañana, en la noche ellos lo homenajearon en un emotivo concierto, pero como dijo el maestro Moret “Dios fue muy generoso porque nos dejó a su hijo Jesús David”, músico cuya indudable juventud distorsiona un poco junto a las encanecidas cabezas de quienes acompaña, pero que desaparece del todo cuando talentosamente interpreta las piezas que antes interpretará su padre.

Mientras esto ocurre, a algunos se nos hace un nudo en la garganta y pensamos en lo bello qué es ser venezolanos, en la grandiosidad de nuestra música que da para todo hasta para los grandes escenarios mundiales. Tiene razón maestro Moret, para querer más a nuestro país nuestros muchachos, en todas las orquestas de Venezuela, deben tocar nuestra música, así aprenderán amarla como ustedes lo han hecho a través de las Raíces que nos han obsequiado y que no sabemos cómo agradecer; pero si de algo sirve: Gracias, muchas gracias, maestros.

1 exclamaciones:

Francisco Pereira dijo...

Como me hubiera gustado estar allí..., y además, enrojecer las palmas de mis manos haciendo volar aplausos.

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