"No se amilane!!! "
La frase del titulo fueron las palabras que me dedicó por correo electrónico un caballero tejedor. Una persona a quien no sé cómo agradecerle el apoyo que desinteresadamente me ofrece y quien en poco tiempo se ha convertido en un gran amigo. Es que no ha sido solamente el título el que ha subido mi ánimo sino el contenido de la misiva, palabras que sin proponérselo llenan los espacios de la duda y el temor, los borran por completo y que te dicen que existe otro camino, o que por lo menos que el que tú ahora transitas puede hacerse menos escabroso. A él no sé cómo agradecerle y por ello le dedico este post.
Si les parece extrañas mis palabras sólo puedo decir que, aunque no lo parezca, tengo un miedo terrible a la escritura ... jejejeje.. y lo peor es que soy periodista. No es un miedo a las palabras en sí, sino al escribir mal, a escribir sin sentido, a lo que piense el otro. Miedos horrorosamente estúpidos porque el deber de quien escribe muchas veces es no pensar para quien escribe. Ya lo dijo Horacio Quiroga en su décalogo "No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno
(...)"; pero, a mi se me olvida, mi memoria no es la mejor de todas y se me olvida. A eso le agregamos que mi disciplina no es precisamente uno de mis dones.
Pero, cuando la amnesia aparece, los miedosos apelamos a los amigos, a sus frases, a su apoyo. Crees en ti mismo porque alguien cree en ti. Y continúas , sigues adelante , cómo no hacerlo cuando lees algo como esto:
"El proceso de esculpir, al iguar que al de pintar o escribir, comprende de un primer tramo en el que cuesta emplearse. Un rústico período donde el miedo te impide el ejercicio. Un miedo que incita a la deserción y a la fuga; cualquier dato del entorno atrae tu atención, te arroba y te seduce en detrimento del trabajo. Si te esmeras y consigues salvar ese obstáculo haciendo un denodado esfuerzo por concentrarte, lograrás consagrar un buen número de horas diarias a la creación. A esta fase del oficio, que es lo mínimo que se le exige a todo iniciado, y no conlleva otro propósito que fijar la atención en lo que se hace. Se dice fácilmente, pero no lo es. Muchos se ven obligados a echar mano de insospechados recursos para conseguirlo. No obstante la mayoría se queda en la carretera. Es la etapa a la que hay que aspirar. Se logra, pero supone demasiado sacrificio, demasiado tesón. El diálogo con la obra entraña períodos de gran concentración en los que el escritor, el músico, el pintor, se cuece en si mismo en un torrencial monólogo interior, se acrisola y avanza hacia un punto desconocido, pero puede llegar el salto. No suele ocurrirle a muchos, pero si sucede el universo cobra sentido, los materiales se acoplan y las piezas encajan y la belleza te comienza a sonreir . Es la fase de las endorfinas, el trabajo te hace segregarlas, el placer se vuelve un estado y la concentración un vicio, a la postre sobreviene la adicción por la obra, la euforia por sus pormenores, y ningún cataclismo logrará desprenderte de la piedra, del piano o de la página en blanco. Si por error algo -cualquiera cosa- consigue apartarte de tu labor te asaltará el sindrome de abstinencia y lo pagarás con sangre. en ese omento estaras trasegando el verdadero territorio del arte, y a partir de entonces sólo te manejarás con calidades y detalles de ese tenor, no pensarás en mercado, en dinero, en gloria ni en ingún otro tipo de apego, y ya no podrás sustraerte de ese portento. Gloria o dinero te parecerán vacuos fuegos de artificio, eructos obsenos de los que no entienden ni conocen el éxtasis de crear. Y aunque te distraigas en otras cosas, tu mente simpre estará en la tela, en el yeso, o en el bronce. Al salvar esa marca, al cruzar esa línea, no habrá vuelta atrás."
Y tiene razón usted señor Francisco, se lo agradezco mucho más de lo que puede imaginarlo. Gracias por esas palabras que magistralmente sacó del libro "Puntos de Sutura", de Omar Marcano. Gracias... muchas gracias...
Si les parece extrañas mis palabras sólo puedo decir que, aunque no lo parezca, tengo un miedo terrible a la escritura ... jejejeje.. y lo peor es que soy periodista. No es un miedo a las palabras en sí, sino al escribir mal, a escribir sin sentido, a lo que piense el otro. Miedos horrorosamente estúpidos porque el deber de quien escribe muchas veces es no pensar para quien escribe. Ya lo dijo Horacio Quiroga en su décalogo "No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno
(...)"; pero, a mi se me olvida, mi memoria no es la mejor de todas y se me olvida. A eso le agregamos que mi disciplina no es precisamente uno de mis dones.
Pero, cuando la amnesia aparece, los miedosos apelamos a los amigos, a sus frases, a su apoyo. Crees en ti mismo porque alguien cree en ti. Y continúas , sigues adelante , cómo no hacerlo cuando lees algo como esto:
"El proceso de esculpir, al iguar que al de pintar o escribir, comprende de un primer tramo en el que cuesta emplearse. Un rústico período donde el miedo te impide el ejercicio. Un miedo que incita a la deserción y a la fuga; cualquier dato del entorno atrae tu atención, te arroba y te seduce en detrimento del trabajo. Si te esmeras y consigues salvar ese obstáculo haciendo un denodado esfuerzo por concentrarte, lograrás consagrar un buen número de horas diarias a la creación. A esta fase del oficio, que es lo mínimo que se le exige a todo iniciado, y no conlleva otro propósito que fijar la atención en lo que se hace. Se dice fácilmente, pero no lo es. Muchos se ven obligados a echar mano de insospechados recursos para conseguirlo. No obstante la mayoría se queda en la carretera. Es la etapa a la que hay que aspirar. Se logra, pero supone demasiado sacrificio, demasiado tesón. El diálogo con la obra entraña períodos de gran concentración en los que el escritor, el músico, el pintor, se cuece en si mismo en un torrencial monólogo interior, se acrisola y avanza hacia un punto desconocido, pero puede llegar el salto. No suele ocurrirle a muchos, pero si sucede el universo cobra sentido, los materiales se acoplan y las piezas encajan y la belleza te comienza a sonreir . Es la fase de las endorfinas, el trabajo te hace segregarlas, el placer se vuelve un estado y la concentración un vicio, a la postre sobreviene la adicción por la obra, la euforia por sus pormenores, y ningún cataclismo logrará desprenderte de la piedra, del piano o de la página en blanco. Si por error algo -cualquiera cosa- consigue apartarte de tu labor te asaltará el sindrome de abstinencia y lo pagarás con sangre. en ese omento estaras trasegando el verdadero territorio del arte, y a partir de entonces sólo te manejarás con calidades y detalles de ese tenor, no pensarás en mercado, en dinero, en gloria ni en ingún otro tipo de apego, y ya no podrás sustraerte de ese portento. Gloria o dinero te parecerán vacuos fuegos de artificio, eructos obsenos de los que no entienden ni conocen el éxtasis de crear. Y aunque te distraigas en otras cosas, tu mente simpre estará en la tela, en el yeso, o en el bronce. Al salvar esa marca, al cruzar esa línea, no habrá vuelta atrás."
Y tiene razón usted señor Francisco, se lo agradezco mucho más de lo que puede imaginarlo. Gracias por esas palabras que magistralmente sacó del libro "Puntos de Sutura", de Omar Marcano. Gracias... muchas gracias...
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1 exclamaciones:
No me tiene nada que agradecer. Use ese esfuerzo para lo que sabe hacer muy bien, escribir y ¡sin miedo!
Soy yo quien agrdezco sus palabras públicas en este blog.
Un abrazo.
Su amigo.
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