Experiencia (des)personalizada

La experiencia puede ser asimilada, aprehendida o compartida, consiente o inconsientemente, pero jamás podrá ser robada porque se niega a ejercitarse en mentes perezosas cuyos minúsculos recintos parecieran ahogar su inherente libertad. Después de alojarse en el individuo adecuado, la experiencia debe ser nutrida sustanciosamente para su mejor goce, en caso contrario, quedará reducida a un inútil recuerdo para ser desechado en el instante menos esperado.

Para darle larga vida a la experiencia no basta con sólo alimentarla, el individuo deberá aprovecharse de ella como si fuera el mejor de los oportunistas para comprender el por qué y para qué de su aparición. Si en este acto, de razonable beneficio, el individuo experimenta algún remordimiento o incomodidad, no debe existir preocupación alguna, la divulgación se encargará de expiar las culpas aparecidas, de no ser así, habrá que apelar a la somnolencia de la memoria, lugar donde ese primer impulso podrá descansar apaciblemente.

En tiempos en donde la experiencia está acompaña con raudales de información, especializaciones y demás competencias que hacen hablar, y alardear, al individuo contemporáneo, es necesario hallar verdaderos receptáculos de conocimientos donde se pueda afianzar el hombre eficaz. Para un estudiante, que de un momento a otro, supera los artilugios del aprendiz con la firme intención y convicción de presentarse como diestro en algún arte u oficio, resulta contradictorio asumir lo que hasta ese instante jamás se había enfrentado: abandonar el atuendo de aprendiz de aula para transformarse en un aprendiz de campo. Ante esta situación, los estudiantes se ven obligados a construir un nuevo traje que sirva para los momentos de lluvia laboral y sequía monetaria. La primera decisión será reforzarlo con cada palabra, versículo y concepto aprendido en clase, y/o con el comentario de algún compañero que los haya antecedido en la práctica. Creen que vestidos de esta forma pueden alejarse definitivamente, o por unos cuantos días, del recinto de enseñanza y así enfrentarse a los retos que se presenten en el pequeño trayecto que los separa de un titulo universitario: validación de su esfuerzo y el de terceros.

Contrario a los cálculos y variantes, previamente orquestados, a los primeros días de uso el traje se arruga: seguidamente, las costuras se deshilachan y las rasgaduras afean su superficie. Al pasar el tiempo, próximos al final, sólo quedan jirones y despojos de lo que un día, no muy lejano, fue una hermosa vestidura que finalmente se transformó en un tejido hilado con apariencias, supuestos y demás contradicciones. ¿Qué pasó? ¿en qué etapa de la planificación se equivocaron? ¿acaso no dominaban un arte que hasta ese instante les pertenecía?.

Frente al caos resultante, los estudiantes realizan una introspección que posiblemente les ayudará a entender lo ocurrido. En un primer plano, entienden que toda actividad productiva posee fases de planificación, ejecución y proyección, pero no contaban que dichas etapas están llenas de subjetividades y abstracciones, propias de los seres humanos, que pueden transformarse, como en el caso de este primer encuentro, en entes catalizadores de nuevas sensaciones. Para algunos, esto significa el derrumbe de los castillos de arenas construidos a lo largo de unos cuantos años de estudio, para otros, un requisito cualquiera que ha sido superado. Pero al final sólo unos pocos entenderán que para desempeñarse en una profesión “tan incomprensible y voraz” como el periodismo es necesario poseer, más que innatas facultades para la memorización, la humildad de llamarse ser humano, titulo que pocos logran alcanzar y algunos menos lograran comprender.

1 exclamaciones:

Francisco Pereira dijo...

clap...clap...clap...(aplausos para ti)
Antes de ser periodista, m�dico, arquitecto, abogado, etc., realmente hay que aprender a ser, un ser humano con valores y principios, bases para sostener la experiencia que nos brindar� cada despuntar del alba.

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